Hace un par de décadas, Apple Inc., un grupo de profesores y líderes educativos, se reunieron para contrarrestar aquellos modelos de aprendizaje que se centraban en los contenidos, carecían de un contexto real y de oportunidades para la participación activa de los estudiantes.
Parece que fue ayer, cuando el enemigo del salón de clases, era la calculadora. Hace unas décadas la polémica entre profesores, era si la calculadora debería permitirse o no, sobre todo durante las clases de matemáticas.
Desde hace algunas décadas, ante un mundo tan volátil e incierto, los conocimientos conceptuales, teóricos, rígidos e inquebrantables, pasaron a segundo plano. Tanto el éxito profesional, personal, como el de las industrias, se redefinió. Hoy se entiende que tiene más probabilidad de crecer y mantenerse vigente el que se adapta al cambio, el que continúa aprendiendo y se reinventa a pesar de las adversidades.
Desde hace algunos años, y notoriamente después de la pandemia, las escuelas han incrementado cada vez, más y más recursos para incorporar tecnología en los servicios educativos que ofrecen.
Los profesores sabemos que una de las claves del éxito de la enseñanza de biología, ciencias naturales, conocimiento del medio, o exploración del mundo natural es través del uso de tecnología educativa, la cual puede aumentar en gran medida el entendimiento de los conceptos científicos.
