A casi un año y medio de un episodio un tanto traumático y complicado, donde maestros, directores, padres de familia y estudiantes, vivieron un ciclo escolar sin precedentes, en el que la tecnología y las habilidades de toda la comunidad fueron puestos a límite y se aprendió más que nunca, ¡estamos deseosos de volver a clases!
A todos nos preocupan muchas cosas del regreso a clases, pero la invitación es a centrarnos en lo que anhelamos del mismo.
Si nos damos el tiempo de analizar lo que anhela el director, lo que los maestros desean y lo que los estudiantes necesitan, quizás podamos detenernos a apreciar y a intencionar lo relevante para el contexto de hoy, como por ejemplo: los momentos de socialización, el acompañamiento emocional, los recreos perdidos, la clase de deportes en equipo, etc.
Voltear a ver el año pasado, nos permite replantear lo que anteriormente teníamos como rutina y repetíamos por costumbre. Nos permite moldear el futuro en el cual queremos vivir. Y es que aunque la inercia nos quiera llevar a lo conocido, sería un error volver a la escuela de antes.
Quizás antes el servicio, prestigio o calidad educativa dependía de la asiduidad, las instalaciones físicas, la disciplina, la exigencia en los exámenes, la imagen y el cumplimiento del uniforme, etc. Hoy, no es que no sean importantes sino que en lugar de un “maker space”, queremos una “maker mind”; y en lugar de exámenes nos dimos cuenta que podemos evaluar por proyectos; aprendimos que la comodidad no está peleada con el aprendizaje, sino todo lo contrario; y que más que la asistencia perfecta, es más importante la predisposición hacia el aprendizaje.
Este año, pudimos ver con claridad cuál es el verdadero propósito de la educación: que individuos y sociedades puedan construir una mejor calidad de vida, y ésta no existe sin, en primer lugar, la seguridad de cubrir necesidades básicas, las cuáles incluyen por supuesto la salud, nutrición, horas de sueño, descanso, recreación, socialización, sentimiento de pertenencia, construcción de autoestima y realización creativa.
La escuela a la que vale la pena regresar, toma en cuenta cuatro aspectos:
1. Integra e implica a todos los miembros de la comunidad hacia los mismos objetivos
Históricamente se había tratado de mantener a los papás y a los maestros trabajando por separado. Hoy, es más claro que nunca que no hay dos fuerzas que puedan influenciar más la vida de un niño y transformar, que estos equipos jugando a favor de los mismos.
2. Prioriza el bienestar integral de todos los miembros de la comunidad
El bienestar integral contempla el asegurar condiciones de salud, fisiológicas, emocionales y sociales, pero no únicamente de estudiantes, sino también de maestros, administrativos y padres de familia. ¿Qué tanto se propician espacios en tu institución para que los estudiantes y maestros puedan compartir preocupaciones o alegrías?
3. Busca formas de propiciar la equidad y la accesibilidad
La tecnología vino a recordarnos también su propósito de personalizar y hacer accesible el aprendizaje a todos, independientemente de las circunstancias.
La tecnología acerca temas y experiencias que antes hubieran parecido inalcanzables. Por ello, debemos asegurar que todos tengan una infraestructura y herramientas suficientes para propiciar la equidad.
Las inversiones deben girar entorno a establecer las bases para que a pesar de si llega haber una tercer ola de contagios y tenemos que volver a casa, ya no haya excusa de que no podemos llegar a esos hogares.
4. Se enfoca en experiencias de aprendizaje relevantes
Las experiencias de aprendizaje deben estar diseñadas para que tengan momento de socialización en los que puedan compartir diferentes puntos de vista, celebrar los riesgos y errores por intentar algo nuevo. Las metodologías deben ser activas y los profesores tienen que proponer proyectos y desafíos que al resolverlos pongan en juego la creatividad de los estudiantes para aportar valor a los demás.
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Sabina Levin
Learning Design Center
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