(Carta a los Maestros durante el COVID-19)
Queridos educadores:
Vamos a recapitular donde estamos, que fue lo que nos pasó para después determinar hacia dónde tenemos o tendríamos que ir, y yo más bien diría hacia dónde queremos ir, hacia dónde nuestra intuición de educador nos marca ir.
Y es que evidentemente, estamos pasando por un momento de crisis un momento que requiere cambios y formas rápidas de adaptarnos. Pero también el mundo nos pide que frenemos y que hagamos una pausa.
Pero íbamos con tanta velocidad que en lugar de frenar y detenernos a pensar o reflexionar sobre lo que nos estaba pasando y replantearnos las nuevas formas de vivir, y por lo tanto las nuevas formas de aprender... Lo que se nos hizo lógico o lo que nos dio sentido en ese momento fue tratar de seguir con lo que teníamos claro, con lo que estábamos acostumbrados, desde nuestro lugar seguro. O para algunos significó simplemente seguir con nuestras responsabilidades.
Entonces trasladamos nuestra labor a un contexto que fuera accesible a nuestros estudiantes, como los son las plataformas de videoconferencias, los correos electrónicos, o alguna otra plataforma por el cual pudimos comunicarnos. Inclusive hubo maestros que decidieron hacerlo a través de las opciones de transmisión en vivo de las redes sociales pues fue lo que les resultaba más familiar para su comunidad.
Y está bien, está bien también si eso significó seguir con la misma currícula o con el programa mensual o anual que estaba preestablecido para nuestros alumnos. O más concretamente el querer que completaran las páginas de libros de texto o realizaran el mismo proyecto planeado para el bimestre.
Estábamos muy preocupados porque esos conocimientos no se perdieran para poder seguir avanzando. Y fuimos tan específicos y cuidadosos que abrumamos a los padres de familia.
Y no me mal entiendan, la manera en como los maestros comprendieron, o más bien y me incluyo, comprendimos, reaccionamos y encontramos plataformas para mantenernos en contacto con nuestros alumnos y pedimos que se siguieran las reglas tan estrictas, fue con el genuino interés de querer ayudarlos.
Para que nuestros alumnos siguientes avanzando en sus procesos, para que cuando volvieran al aula todo fuera más fácil.
Y es que mientras el espacio físico de las escuelas no estaba disponible, la escuela como tal, sí que lo estaba, porque el trabajo de maestros, coordinadores, y administrativos se vio duplicado y triplicado.
Y aunque nosotros tampoco entendíamos muy bien qué pasaría con nuestra vida personal, sabíamos que la vida profesional, la vida del maestro no podía esperar. Y estábamos ahí como siempre, como estamos acostumbrados, dando nuestro mejor esfuerzo.
Sin importar que algunos papás nos criticaran, porque lo que dejábamos era mucho, o era poco, porque ellos lo hubieran hecho diferente. Estábamos ahí adaptándonos, exponiéndonos, acercándonos pero sobre todo aprendiendo. Y eso maestros, es admirable.
Pero han pasado ya los primeros días, han pasado las primeras semanas, e inclusive el primer mes. Y algunos de ustedes me leerán cuando ya hayan pasado los primeros meses.
Pero volvamos a los primeros días, cuando todos queríamos seguir con nuestra misma vida pero desde casa. Misma vida, misma enseñanza, pero desde casa.
Y una vez que nos dimos cuenta de la cantidad de información que nos llega y de las múltiples opciones de cómo abordarla, y que las tareas se vuelven interminables y que también tenemos una vida personal con elementos que malabarear.
Nos damos cuenta que no está en nuestras manos volver a la normalidad, o más bien dicho a lo que nosotros conocíamos como normalidad.
Y es que quizás lo que conocíamos como normalidad, era lo que no estaba funcionando. Y nos los estaba gritando la tierra, y lo gritaba la naturaleza, pero también lo gritaba ya la educación.
Llevamos años, décadas, esforzándonos porque el aprendizaje que se genera en las aulas sea transferible a la casa, o la cotidianidad de nuestros estudiantes. “Que el aprendizaje vaya más allá del aula”, decimos constantemente como parte del discurso de innovación educativa.
Entonces, ¿Por qué ahora queremos que el aprendizaje de la casa sea aplicable al aula? Queremos que aprendan de la misma manera sentaditos, calladitos, viendo al frente, y levantando la mano, ahora que ya lo permiten algunas plataformas...y escuchando atentamente, al profesor.
Me pregunto, ¿si se trata siempre de estar en contra de las posibilidades o de qué se trata?
Maestros, tenemos nuestra gran oportunidad, aprendizaje desde la casa para la casa, desde la vida para la vida. No es al revés, no es aprendizaje desde casa para la escuela, no cometamos ese error.
Maestros, ustedes más que nadie no me dejarán mentir, nos desvivimos por convertir salones de clases en cocinas, para que los alumnos escribieran textos con formatos de recetas, y entonces tuviera sentido. Convertimos salones de clases, en granjas, circos, tienditas para que tuvieran conexión con la vida real.
Y hoy que tiene la cocina, que pueden ayudar a su mamá, y desarrollar esas habilidades, hoy que pueden participar en el gran reto de administrar las finanzas de la casa, hoy que pueden participar como primeros responsables en la rutina de sus mascotas, les estamos pidiendo que se asilen de su realidad para que contesten ejercicios del libro o de alguna plataforma.
Veo maestros con teacher bits, presentando nuevos conceptos, esperando que sus estudiantes después las vean y repitan después de ellas. Y no es que esté en contra de esas prácticas, porque creo que tiene funciones específicas. Pero me preocupa cuando no se conectan con el contexto. Veo prácticas más tradicionales que nunca.
Maestros, vuelvo a repetir, tenemos aquí nuestra gran oportunidad: Aprendizaje para la casa desde la casa, para la vida desde la vida. Y no es al revés. No es aprendizaje desde la casa para la escuela. No queremos prepararlos para cuando regresen a las cuatro paredes del aula.
Queremos que cuando regresen, la escuela que ellos conocían no les sea suficiente…
Desde hace tiempo las reformas educativas nos orientaban a enfocarnos en lo que hoy nos reclama la vida. A centrarnos en la humanidad, a formar actitudes, emociones, y nuevas formas de socializar.
Y claro hicimos nuestros esfuerzos, y tomamos cursos sobre aprendizaje basado en competencias, aprendizaje basado en retos, aprendizaje basado en problemas.
Y escuchamos a la UNESCO cuando nos dijo que el progreso de la sociedad se basaba en una educación bajo este marco referencial.
Y ajustamos planes y programas porque nuestras autoridades educativas, así nos los solicitaron.
Y las editoriales hicieron esfuerzos por integrar y proponer contenidos que abordaban todos los temas desde perspectivas que plantearan la acción de los estudiantes ante situaciones de la vida real.
Y todos los colegios de cara a la SEP, Padres de Familia, y el mundo formamos personas íntegras, ciudadanos globales que saben resolver problemas y que piensan críticamente.
¿Eso es lo que todos decimos no?
Pero al final el mercado educativo siempre volvía a enfocarse en los contenidos. Y se competía a ver qué institución abarcaba más ya sea en cantidad o novedad.
Y eso maestros, se refleja en la sociedad. Porque si estuviéramos haciendo lo que predicamos hacer, otra sería la situación.
Y es que cuéntenme: ¿De qué sirve que un estudiante te nombre las partes de la célula, las de un organismo, microbio o bacteria, si no sabe mantenerse sano y protegido en un ambiente de posible contagio?
O aún peor: ¿De qué sirve que saque 10 en el examen de naturales o de ética, si sabiendo que puede ser portador de una enfermedad contagiosa expone a personas con factores de riesgo por no haber desarrollado ni la empatía, ni la conciencia social, ni la noción de causa y efecto? Habilidades de las cuales nos tuvimos que haber graduado en preescolar.
¿Tiene lógica ahora el porqué organismos internacionales como la ONU, la UNESCO, la OECD, tienen años haciendo énfasis en que los sistemas educativos tienen que promover el desarrollo de personas íntegras que sepan actuar en sociedad para el bien común?
¿Y si esto ya lo habías escuchado e inclusive adoptado? ¿Se está reflejando en la sociedad que vivimos?
Porque a mí me parece que la calidad de la educación que cada uno de los países promueve y construye determina la calidad de vida que hoy tenemos y que mañana mantendremos.
Desde hace un tiempo, se había invitado también a las instituciones a integrar tecnología no solo a nivel de sustitución sino también de transformación.
Y muchas veces empujados por la mercadotecnia y por la presión de ofrecer los que otros estaban ofreciendo se incorporaba de manera superficial. Sustituyendo el pizarrón con un proyector.
Y claro las presentaciones se veían más bonitas, e inclusive pues era muy práctico, que se podían archivar para el año que entra e inclusive así hasta nos ahorrábamos la planeación.
Pero el rol del profesor siguió siendo el mismo, él es el que tenía información, claro ahora en forma digital. Listo para entregárselo al estudiante en el momento y la manera que él determinara.
Y es que el día de hoy, ese rol del maestro, no solo no es suficiente, sino que además no tiene sentido. Es obsoleto.
Hoy en día vemos como es que el estudiante es el que decide o controla si realmente te escucha o no.
Si está viendo un video mientras estás hablando, si su mamá cree que está atento en sus clases, porque trae los audífonos puestos, pero realmente está planeando su próximo Tik Tok.
Y la realidad es que hoy es más evidente, pero siempre fue así, quienes de nosotros no soñamos despiertos mientras la maestra repetía las capitales de Europa o nos hablaba de la Guerra Fría.
Siempre ha sido así, pero hoy no debe haber puntos menos para los alumnos, porque hoy no hay marcha atrás. Hoy sabemos que quien tiene la responsabilidad y el control de su propio aprendizaje es el estudiante.
Y el maestro debe ser un diseñador de experiencias que fomenten la motivación de los alumnos para recorrer diversos caminos interminables, con recursos ilimitados, y porque no, hasta desconocidos; que los lleven a lugares que nunca imaginaron llegar, pero que orgullosos se sientan de ahí estar.
Porque así es el aprendizaje y así siempre ha sido, activo, personalizado, creativo, colaborativo e independiente. Porque el aprendizaje es la respuesta de adaptación a nueva circunstancia.
Por ello, en medio de esta situación, y dentro de la preocupación e incertidumbre que podamos sentir, también debe existir la aceptación de que es un excelente escenario para su promoción. Una ocasión, una oportunidad para aprender.
Y dónde estaríamos ahora si hubiéramos entendido y vivido eso. Practicado el ejercicio de que el alumno es el protagonista, el responsable. Si hubiéramos ejercitado eso mientras lo teníamos en el aula.
Quizás no estaríamos desarrollando desde acá el autocontrol. No nos desgastaríamos con medidas excesivas, pero por su puesto necesarias para cuidarlos de compañeros que dañan la convivencia digital.
Por ejemplo, cuando veo alumnos que se meten a las plataformas y aprovechan el anonimato para insultar a sus maestros y compañeros, que están trabajando de la manera más digna.
Me pregunto dónde quedaron esos aspectos actitudinales que dijimos trabajar desde hace ya 14 años. ¿Dónde quedaron nuestros ciudadanos digitales? ¿Qué decimos haber trabajado desde hacer 3 o 5 años?
Y si hubiéramos trabajado con ellos la motivación intrínseca en lugar de la extrínseca, cuando les reforzábamos sus logros y debilidades, con premios y castigos, stickers, sellitos, menciones honoríficas, y / o hasta las mismas calificaciones. Quizás ellos serían los que estuvieran solicitando el trabajo académico y no al revés.
¿Quién no quiere un estudiante independiente ahora, con iniciativa propia? Alguien que no dependa de nuestras instrucciones.
Y si hubiéramos dejado atrás la resistencia a la tecnología, si hubiéramos entendido que es nuestra calidad. Si en lugar de enfocarnos en criticarla y sacarla de nuestras vidas, hubiéramos desarrollado en ellos la capacidad de discernir que información es valiosa, y donde está la información que nos daña, y cual debemos evitar compartir. Tendríamos menos noticias falsas.
Si hubiéramos caminado de la mano con padres de familia y alumnos en esos callejones digitales, sabrían porque esquina no pasar y cual es la forma más segura de llegar.
Los padres de familia no estarían preocupados por saber cuántas horas pasan frente a un dispositivo, estarían preocupados por la calidad de lo que consumen y producen a través de ese dispositivo.
Y es que nos tardamos en entender que la tecnología es una herramienta que te permite llegar a lugares donde no podías llegar.
Que tus estudiantes son capaces de crear y aprender cosas que tú nunca concebiste y que el rol del estudiante un dispositivo nunca debe ser el de alguien pasivo, sino el de un alumno activo en su propio proceso.
Los dispositivos y las aplicaciones que ellos utilizan deben estar diseñados para que ellos creen, se muevan, y reflexionen. Pero para que eso suceda, el maestro debe plantear situaciones, experiencias, retos y problemas donde ellos tomen decisiones desde que quieren aprender, el camino y recursos que quieren recorrer y finalmente cómo lo quieren compartir. Y para qué lo quieren compartir. Y es que el aprendizaje, el aprendizajes sobre todas las cosas, es social. Y cuando los retos, los problemas y las situaciones didácticas a las que los exponemos responden a esa necesidad social, se vuelven mucho más relevantes dan sentido.
Vamos tarde, pero la situación de hoy nos da una nueva oportunidad.
Una oportunidad para replantearnos lo que es esencial.
Y hablando de volver a lo esencial en la educación...
Que tal el pensar en que la vida nos ha puesto en el lugar que nos corresponde.
Educando a quienes tenemos que educar. Enseñar a aprender a nuestros propios hijos.
Y en este sentido les hablo a dos públicos, a los maestros que son padres de familia y que por años habían estado ocupados y enfocados en formar a otros, pero que sin duda hacían el mejor esfuerzo para atender a los propios hijos...
Y a los padres de familia de nuestros estudiantes. Que habían olvidado que son cabeza del primer ámbito de desarrollo social, y con ello todo lo que implica. El enseñar a nombrar emociones, autorregularlas, gestionarlas, e inclusive usarlas a su favor...
El desarrollo de la empatía, la comprensión, las virtudes, el autoconocimiento. El descubrir de donde venimos y porque tenemos las características que tenemos todo ello en su escenario real, la familia.
Y sin duda; en una situación complicada y retadora, pero como siempre digo, se aprende a caminar-caminando, a hablar-hablando, a brincar-brincando, a convivir-conviviendo. Y en el entrenamiento siempre hay riesgo. Y para aprender hay que arriesgar. Los riesgos moderados son oro molido.
Y no hay nadie que pueda medir y calcular mejor los riesgos que los padres de familia.
Y no hay mejor lugar para caer y contener las consecuencias que los brazos de papá y mamá. Así que a vivir la experiencia. A ver la oportunidad de crecer. Porque crecer es aprender.
Y si se aprende a vivir y a convivir, lo académico está demás.
Y el día de hoy podemos tener miedo. Pero estamos juntos como comunidad.
Y ser valientes y fuertes viene desde el convencimiento de que tenemos en nuestras manos a la generación que nos va a salvar.
Y no solo de futuros doctores y enfermeros, sino de seres inteligentes que decidirán la mejor manera de cuidarnos los unos a los otros.
Las generaciones que planearan formas de vida sustentables.
Y sí, estamos pasando por un momento traumático. Y hay que tomarnos el tiempo de digerirlo.
Pero una vez que lo hayamos digerido. Maestros hagan lo que saben hacer mejor.
Qué es estar ahí. Porque solo ustedes saben que siempre han estado. Solo ustedes saben que ha habido noches sin dormir por pensar en la carita de angustia de alguno de sus alumnos. Porque solos ustedes saben los recreos que dejaron de comer para acompañar al de los ojitos tristes.
Maestros encuentren la forma para estar ahí a pesar de la distancia. Ustedes son magos. Hagan que los sientan a su lado.
Escúchalos. Escúchalos a través de los audífonos, a través del micrófono con interferencia, a pesar del internet que va y viene.
Tú ya los has escuchado entre el barullo de 30 estudiantes. Ya lo escuchaste cuanto te habló con la voz más bajita, porque era el más tímido del salón. Escúchalos, escúchalos a kilómetros.
Entiéndelos. Compréndelos. Si tú como adulto estás pasando un mal momento. Trata de comprender cómo se siente un niño que no alcanza a dimensionar la situación pero que tiene que acatar el confinamiento. Acuérdate de lo inseparables que eran los unos de los otros, y del drama que podía haber tras un distanciamiento entre amigos. ¿Cómo convertir ahora esa distancia en una distancia sana? Piensa en todos aquellos alumnos que eran felices en el colegio, y que les dolía regresar a casa porque su dinámica familiar no era la ideal.
Y aunque hoy todos hacen su mejor esfuerzo, también mamá y papá pasan por tiempos difíciles, son humanos y seguramente se les complica generar siempre un ambiente armonioso.
¿Cómo estarán tus alumnos ahora? ¿Qué puedes leer a través de esa rebeldía o apatía? Maestro todavía tienes tu sexto sentido. Todavía tienes tu súper poder.
Apóyalos. Y aquí entre nos no me refiero a dejarles una tarea extra para que se regularicen en matemáticas. O pedirle a su mamá que lo meta a un curso en línea de lectura rápida o de un segundo idioma. Me refiero a apoyarlos desde la comprensión de sus necesidades reales.
¿Necesita flexibilidad en horarios o en entregas de trabajos, porque su mamá y papá también usan la computadora? Apóyalos. ¿Necesitan un break porque la silla del comedor no es tan cómoda como la de su escritorio en el colegio? ¿Necesitan que la tarea requiera de menos materiales? ¿Necesitan la tarde solamente para jugar, platicar entre ellos o inclusive llorar? Apóyalos.
No necesitamos seres más estresados o invalidados tras esta situación.
Necesitamos niños que sepan que sentir diferentes emociones en estas circunstancias es válido.
Y que esforzarse por canalizarlas para un propósito mayor vale la pena. Niños que cuando salgan de sus casas y vuelvan a sus escuelas sean mejores personas, y construyan una mejor sociedad.
Niños que sepan que acatar las reglas a veces es suficiente para convertirse en super héroes. Porque si algo nos ha quedado claro hoy en día es que no importa la edad, el género, no importa la profesión.
Todos tenemos la capacidad de transformar la realidad.
La educación no volverá a ser la de antes. O por lo menos espero que tú maestro no permitas que volvamos a lo de antes. Y es que si me preguntas cual es la definición de la educación en esencia, te diría: Que es el proceso que suma interacciones sociales para mejorar la calidad de vida de individuos y grupos.
Y si en algún momento, mejorar la calidad, implicaba comprendernos como eruditos en ciencias exactas, dominar tres idiomas, y memorizar tablas periódicas, hoy en día la educación, es aquella que mantiene seguro, en paz, y con sensación de plenitud.
Hoy nuestras ideas y conceptos previos se ven reconstruidos con nuevas propuestas de vida de reflexiones intrapersonales, y relaciones interpersonales. Ponerse al corriente de contenidos curriculares que planeamos hace un año, hoy no tiene sentido.
Ponernos al corriente en cuanto a nuestro propio bienestar físico, mental y emocional debería ser la única prioridad.
Y es que educador estás llamado a empoderar a los individuos para mejorar su calidad de vida, y eso muchas veces no tiene nada que ver con la realidad de ayer.
El currículo es flexible y dialéctico. Y siempre debe responder al contexto. Hoy nuestro contexto demanda ponernos a salvo. Demanda y celebra la resiliencia.
Hoy la vida redefine tu rol de maestro y te devuelve tu autoridad.
Autoridad que no está basada en que tanto control de grupo tienes, ni cuantos conocimientos académicos generas.
Es la autoridad que se gana a través de la inspiración, entrega y compromiso hacia el bienestar de tus estudiantes y familias.
En estos tiempos de crisis, tiempos que exigen cambios, el aprendizaje y su mejor amigo el maestro o sea tú. Tienen una gran oportunidad.
No tengas prisa por regresar a lo de antes, detente y construye el lugar al cual va a valer la pena regresar. Educar es cambiar. Educar es también evolucionar.
Muchas gracias.
Atentamente, una maestra más.
Sabina Levin García.
CEO Learning Design Center